No me resulta cómodo escribir sobre Bateson, a pesar de que quiera hacerlo, como ahora, y esto me da que pensar. Un hecho es que este blog ya no se actualiza a la misma frecuencia que lo hacía antes, y, aunque nunca fue ideado para hacerlo a una determinada frecuencia, lo cierto es que echo de menos esos arrebatos que a veces me daban al ver una viñeta de Mafalda o de Felipe que, increíblemente, se vinculaba con algo de lo que habíamos tratado en clase; o esos otros que me daban a la salida de una de esas mismas clases; o quizás lo que eche de menos no sean los arrebatos, sino verlos plasmados en la pantalla tras pulsar el botón "publicar", o quizás tampoco sea eso, o ni siquiera el echar algo de menos.
Bien empezamos. ¿Sé algo? Sí, sé que no echo de menos esos y otros arrebatos -casi siempre me he sentido más cómodo escribiendo sobre educación, aunque sólo algunas ocasiones lo hice con una motivación más mía que de un profesor o una asignatura- y no lo hago porque, aunque no sean los mismos que antes (¿podrían serlo?), sigo encontrándome de vez en cuando con ellos. Desde mediados del curso pasado hasta ahora, he asistidos a tres eventos (un taller sobre competencias, un curso de verano sobre transiciones y una jornada sobre Gregory Bateson) que me han suscitado inquietudes hasta ese momento equiparables a muy pocas, y que se morían de las ganas por ser desarrolladas, hilvanadas, calmadas, compartidas, procesadas en algo más complejo que su rápida anotación en una hoja de papel y que, dada mi simplicidad, podría haberse tratado de la escritura de un post en este blog.
¿Cómo puede ser que haya escrito entradas motivadas por una sola clase, y que incluso haya contado para ello con las anotaciones que hacía camino a mi casa
tras una de esas clases, deteniéndome cual espantapájaros donde no pasaran los coches y pudiera garabatear algo en el bloc apoyado en mi rodilla, y que, por otra parte, no haya desgranado aquí ninguno de esos tres eventos?
¿Por qué mientras reconozco como muy impactantes esos eventos -como mínimo al nivel de algunas de esas mejores clases- poco se puede encontrar aquí sobre ellos además de estos párrafos?
El único con el que lo intenté fue con el curso de verano, pero fueron posts muy verdes y torpes, menos el destello del vídeo de las bolitas oscilantes. ¿Por dónde le busco yo respuesta a esta cuestión? Algo ha cambiado de antes, cuando el arrebato solía llegar a puerto, a ahora, que suele ser lo contrario, me digo. Sí, ¿pero el qué? No pregunto dónde ha cambiado ese algo porque me parece evidente que he sido yo, además de que los eventos ya los he clasificado como muy impactantes. Pero, ¿por qué han sido muy impactantes?
¿Que diría escuetamente sobre ellos?
- El taller de desarrollo avanzado de competencias, a cargo de Tim, me ayudó a entender mejor, o, mejor dicho, a empezar a entender en qué consiste educar, enseñar. Él me enseñó que para dar algo, has de tenerlo, has de conocerlo, has de dominarlo y ha de ser tuyo. No puedes dar lo que no es tuyo, y hay tristes profesores que van vacíos a las clases, o que tratan de dar lo que no tienen, o que no saben ni lo que, tienen ni lo que dan, más allá de la nómina y de las notas, respectivamente. Me enseñó también, por evidente que pueda parecer, que lo que des ha de ser relevante, importante, interesante para el otro, porque el otro, evidentemente, es una persona, con lo que ello implica, como por ejemplo, que buena parte de la relación que establezca con su medio será mediante haceres o formas de hacer; con su medio futuro, para el que ha de aprender, y con el presente, que es el que convive con su contexto académico. Me ayudó a entender mejor las prácticas docentes que hasta entonces había conocido -y lo sigue haciendo-, o a entender porqué unas sí las querría imitar y otras, en cambio, evitar. También me hizo preguntarme por las competencias necesarias de un joven investigador.
- El curso de verano Aprendizaje en desarrollo: mejorando las transiciones del aprendizaje mediante el modelado conductual me trajo el privilegio de conocer en persona a John McWhirter. Sospecho que esto lo leeré dentro de algunos años y soltaré una sonrisa cómplice con el actual David. John deja pequeño todo. La formación que has recibido hasta ese momento, los contenidos que has tratado, las metodologías por las que has pasado, los sentidos donde has sido embarcado, las sugerencias que te han enamorado. Te deja pequeño a ti y a tus historias y problemas, y eso es lo mejor de todo: te muestra lo mucho que aún tienes por crecer y lo interesante y complejo que ello puede ser. Creo que no habla del curso para alguien que quisiera saber sobre lo que fue curso, pero esto es lo mejor que puedo decir ahora mismo, y, si pienso en él, siento que aún me sigue impresionando, o asustando.
- La jornada sobre Gregory Bateson con el estreno del documental "An Ecology of Mind" de su hija Nora, me trajo de nuevo la oportunidad de asistir al desempeño de John McWhirter como... mago, diría, además permitirme usar el Photoshop -viejo vicio-, y de colaborar con Alejandro y Gloria en su preparación. Durante la jornada, más allá del contenido sobre Bateson -sobre el que creo que lo más conveniente es acercarse a través de su obra escrita- asistí a una deliciosa y elegante forma de reconocer, recoger y presentar o utilizar el legado de un genio atípico. Por parte de su hija Nora, por medio de la realización del documental y de la gira de exhibiciones del mismo que está haciendo, enamorando con su sutileza y alegría a cualquier auditorio. Por parte de John, por medio del desarrollo de varias ideas de Bateson y de la incorporación de las mismas a la metodología DBM. Por parte de ambos, mediante la creación de un momento de ingravidez, que yo pocos había conocido hasta ese momento. La sensación de estar asistiendo a algo inaudito. La sensación de despegarse de la anterior sensación y lanzarse al asombro y a la emoción como un niño. Un metálogo en vivo.
Un momento. Si lo pienso bien, creo que la categoría de impactante o motivador con la que yo había catalogado estos eventos -que ahora me doy cuenta de que los metí ahí dentro incluso antes de que comenzaran- es la categoría con la que yo había llegado a ellos, es la forma en que yo imaginaba algo entusiasmante intelectualmente, algo enriquecedor que me permitiera reflexionar y discurrir por senderos que hasta entonces no había discurrido. Si bien es cierto que dentro de una misma carrera puedes encontrarte con clases, asignaturas y profesores para aplaudir, y con otros para salir disparado por la ventana, también lo es que el marco donde se sitúan les da cierto carácter homogéneo, cierta línea base sobre la que situarse y entenderlos. Una clase, asignatura o profesor podrá dormir a las marmotas o hacer saltar chispas en tu cerebro, pero siempre la referencia para comparar y dar sentido a lo que estás asistiendo serán las clases, asignaturas o profesores que en el marco de una carrera o curso académico has conocido.
¿Se supone entonces que uno puede encontrar actividades o eventos dentro de la Universidad, e incluso vinculados a estudios, que no permiten compararlos con lo que en esa Universidad o en esos estudios has conocido? A la vista de estos tres eventos, y el impacto que me han provocado, me atrevo a decir que sí.
¿Qué pasa, entonces, cuando el marco que en teoría serviría para posibilitar un entendimiento ya no sirve? Pues puede pasar de todo. En mi caso, siento que los adjetivos hasta ahora conocidos se quedan pequeños para estas sensaciones. La sensación que produce el entender y ver más cristalina y nítida la docencia universitaria que hasta ese momento había recibido. La sensación que produce estar ante una persona que no parece conocer el miedo o la prisa, la impertinencia o la incapacidad para explorar y conectar ideas. La sensación tras invertir gustosamente decenas de minutos en unas pocas páginas de un libro escrito por un antropólogo que luego fue, entre otras cosas, etnólogo y luego cibernético. La sensación de llevar contigo donde quiera que vayas las ideas que aparecen en esas páginas. La sensación de percibir que pasa un tren de mercancías a toda mecha por encima de tu cabeza y de tu capacidad de entendimiento cuando lees a este autor.
¿Es que, entonces, los adjetivos que otorguemos a priori son los que determinan nuestro discurrir en la búsqueda de sentido para nuestras experiencias? Creo que sí, pero también que nos podemos percatar y desligarnos de esa limitación. Esto para mí exige más que el salir disparado de clase a escribir sobre lo que en ella he encontrado o he vislumbrado, sabiendo que había una antes y que habrá otra después, dentro de un marco temporal y organizacional. Ahora, reconozco aún más, o igual, pero con más criterio, el valor de esas asignaturas donde se invita al alumno a perderse para que luego pueda hacer el esfuerzo y pueda sentir el placer de encontrarse, aunque sólo sea, esto último, momentáneamente.
Unos cuántos párrafos después me doy cuenta de que ¡yo venía a aquí a hablar sobre mi libro!... no, digo, sobe mi experiencia el pasado sábado en la estación de autobuses de Méndez Álvaro. Llegué un poco tarde para coger el autobús de las 18:30 y demasiado pronto para el que salía a las 20:30, con lo que me encontré con casi dos horas para mí. No dudé lo que hacer: tomar el primer asiento disponible que encontrara desde el que más trasiego de gente pudiera observar y, acto seguido, sacar de mi equipaje de mano el libro de Bateson ccuyo título mal traducido es "Espíritu (mente quiso decir él) y Naturaleza". Es muy distinto, por las posibilidades que da estar entre muchas personas, aunque sólo sea para observarlas con más o menos detalle, leer este libro entre cuatro paredes y sobre una mesa, que en una estación de autobuses con mucho movimiento de personas. Mañana, cuando el puente esté llegando a su fin, volveré a probar en el mismo lugar, quizás en otro asiento, pero con la misma intención de explorar. Espero que, de salir algún post de ahí, densos párrafos como estos no se vuelvan a interponer, e incluso espero que estos mismos ayuden a ello.
Unos cuántos párrafos después me doy cuenta de que ¡yo venía a aquí a hablar sobre mi libro!... no, digo, sobe mi experiencia el pasado sábado en la estación de autobuses de Méndez Álvaro. Llegué un poco tarde para coger el autobús de las 18:30 y demasiado pronto para el que salía a las 20:30, con lo que me encontré con casi dos horas para mí. No dudé lo que hacer: tomar el primer asiento disponible que encontrara desde el que más trasiego de gente pudiera observar y, acto seguido, sacar de mi equipaje de mano el libro de Bateson ccuyo título mal traducido es "Espíritu (mente quiso decir él) y Naturaleza". Es muy distinto, por las posibilidades que da estar entre muchas personas, aunque sólo sea para observarlas con más o menos detalle, leer este libro entre cuatro paredes y sobre una mesa, que en una estación de autobuses con mucho movimiento de personas. Mañana, cuando el puente esté llegando a su fin, volveré a probar en el mismo lugar, quizás en otro asiento, pero con la misma intención de explorar. Espero que, de salir algún post de ahí, densos párrafos como estos no se vuelvan a interponer, e incluso espero que estos mismos ayuden a ello.
1 comentarios :
Hola David
Me ha encantado tu reflexión, gracias por compartirla.
Yo también soy de esos que van siempre con algo de Bateson encima, como decía Tim, para saber que siempre voy a seguir pensado...
Un saludo y ah... la jornada no hubiera sido la misma sin tu colaboración y la de Gloria, para mí eso fue un lujo. Incluyo también a Paloma Gris, que ayudó mucho.
Alejandro
Alejandro
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