20/9/10

American Graffiti, un grafiti imperecedero

Sólo con ciertas películas, cuando he acabado de verlas, me ha dado por preguntarme el porqué de su título. No lo hago con todas, claro, ni con los títulos más llamativos o las películas que más me gustan; me sucede cuando el título -y me refiero a los originales, no a sus... traducciones- encierra un ingenio y una sensibilidad especial, cuando noto que son como un reducto, a la vista de todos, paradójicamente, donde el director -en el caso de que haya sido éste su responsable- ha decidido depositar un momento de lucidez que da gusto descubrir, un pequeño espacio en el que hacer referencia de forma elegante al contenido y a la forma, sobre todo a la forma de la película.

Pues me pasó con American Graffiti, como venía a decir. Una película donde un grupo de adolescentes de Modesto (California), entre los que no será difícil verse a uno mismo, queda la última noche del verano del '62 en el Mels drive-in para ver qué hacer esa misma noche y, por otra parte, con algo inherente a su momento vital, con algo que les inquieta aún más que la fiesta de esa noche: con su futuro, con su entrada en el mundo de los adultos y su salida del proteccionismo y las ideas claras, cerradas e incuestionables que les han llevado hasta donde están; con ellos mismos y sus expectativas con respecto a los y a las de los demás. Con estos elementos, George Lucas, ante su segunda película como director, consigue crear un grafiti deslumbrante, o quizás sea que encontró en esta técnica pictórica, tornada estilo cinematográfico, la forma más ideal para mostrar esa etapa de desarrollo vital.

Un grafiti puede representar las iniciales de un nombre, un eslogan, un mensaje corto o un dibujo sobre una pared. Aquí el lienzo que sirve de base al artista es una noche de verano -muy especial, porque es la última. Eso ya dice mucho. Podría haber elegido el Instituto de secundaria, su entorno familiar o un partido de fútbol americano, pero no. Elige el espacio del día que más atrae a esa edad, donde más cosas pasan y más atractivas son, y donde más se siente uno el dueño de sí mismo y de lo que hace. Un lugar especial para probarse y crecer, a pesar de las restricciones de la autoridad en cualquiera de sus formas, aunque al final éstas, puedan acabar también formando parte del juego. El otro elemento que conforma el lienzo es la omnipresente banda sonora compuesta por 41 hits de la época. Canciones de adolescentes. Casi siempre relacionadas con el amor, sin mensajes complicados y con dulces melodías pegadizas, y ¿para qué más? Pues para nada, porque no puede haber una banda sonora más acertada para una película que muestra la adolescencia que las mismas canciones que habitaron las mentes y los corazones de los adolescentes que salen en pantalla. En esas simplonas historias que cantan los adolescentes de moda hay cabida más que de sobra para depositar los miedos y las esperanzas particulares, sirven para dar sentido a muchos de los nuevos momentos que se descubren en esa etapa vital y, además, son fáciles de llevar en la cabeza. Otro aspecto muy destable es la forma en que se introduce la música. Es el quinto acompañante en los coches donde van cuatro amigos. Es la luminosidad pestañeante de una vela cuando viajan en él dos enamorados. La radio es el medio que nutre y da vida tanto a los momentos cotidianos como a los más especiales de los adolescentes, es, también, el cabo del que tiraremos años más adelante para recuperar esos momentos. Así, en esta película tiene la presencia, en cantidad y forma, que se merece.



- Sin comentarios respecto a la evolución de los gustos musicales adolescentes -

Elegido el lienzo, el artista se dispone a ocultarlo bajo una o muchas capas de pintura. Aquí son las diferentes representaciones de la protagonista, pues aunque pudiera parecer que la historia de la parejita feliz, o la del malote, o la del sensato y el bonito paralelismo inverso que se establece con el que parece no tenerlo todo tan claro, o incluso la del pringado destaca una sobre las demás, no es así. Es la adolescencia en sus múltiples formas la que cubre el lienzo. Y con tanta multiplicidad de formas, espacios, momentos, luces, sonidos... me es imposible, como decía, no encontrarme y, aún más, no disfrutar con ello.

Qué agradable es la sensación de verse reflejado en una pantalla donde se proyecta una película, ¿la conocen? No me refiero a cuando la luz nos da por la espalda y vemos la silueta de nuestra cabeza superpuesta a la de los personajes, como podrán suponer, aunque éste pueda ser un buen motivo para elegir la noche cuando veas una película en casa.

Qué estimulante es que dicha sensación la encuentres en varias situaciones distintas y no a través de un sólo personaje, sino de muchos, pero, ¿cómo puede ser eso sin tener un trastorno donde convivas con múltiples pesonalidades? Con una película que muestre lo inherente de la adolescencia, como esta, que muestre la variedad y profundidad de muchas de esas nuevas situaciones que conoces en esos años, la variedad de formas de afrontarlas y la variedad de caminos nuevos que surgen y antes ni siquiera se atisbaban.

Qué hipnótico y seductor, y qué agradecido queda uno tras lo créditos, cuando esos reflejos están situados en un pueblo de los Estados Unidos, en una cultura que de la que tan sólo te llegan algunos resquicios cuando nuestros calendarios ya han pasado algunas hojas más que los de allí, o incluso cuando han pasado calendarios enteros, y dentro de una película que se anuncia preguntando al espectador dónde estaba en el '62, cuando uno aún ni estaba.


Los aspectos culturales -esta película me parece un buen ejemplo de ello- son como el cemento que une y donde quedan insertos los ladrillos caravista, como el relleno de los cojines de nuestro sofá, como los documentos que dan volumen a un archivador -tengo que dejar de pensar en estas cosas mientras estoy en la beca, los símiles que se me ocurren son malos. Estos elementos se pueden contemplar como inevitables a la vez que necesarios, como moldeadores de lo que nos ocurre a la vez que elementos que propician y predisponen a experimentar, modificar y probar. En definitiva, para mí, son actores secundarios, tanto en la vida real como en esta película. La ropa, el peinado, el maquillaje, la música, el estilo de baile y los lugares donde se practica, los modelos de coches y el uso que se hace de ellos, podrán variar entre lugares y tiempos, será, mejor dicho, inevitable que varíen; por otra parte, lo que mueve todo eso, lo que le da sentido y significado, importancia para sí mismo, eso no variará. Y es fantástico caer en la cuenta de ello, mientras se ve una película americana sobre adolescentes donde no paran de sonar melodías de la época y donde la trama no es en absoluto pretenciosa.


Este post se podría sintetizar en lo embelesado que me quedo con las cosas bonitas, o bien tomarlo como una muestra, como la del cortometraje del anterior post, de que cuando varios y distintos momentos -lapsos de tiempo a los que atribuimos un significado especial- se agrupan, cuando ves una serie de fotografías de tu adolescencia, aunque sea a miles de kilómetros de distancia, donde salen chicas, amigos, coches, luces, la calle de noche, música, pistas de baile, riesgos, retos, logros... cuando, además, esas fotografías son cuadros en movimiento bañados, cual helado cubierto de sirope de chocolate, por una de las mejores bandas sonoras de la historia, es imposible no emocionarse, no regresar a cada uno de esos momentos que pueblan el celuloide y no encontrar sentido a tu cinefilia.

1 comentarios :

x dijo...

Hace tiempo estuve a punto de subir la peli de Grease, a raíz de las fiestas del pueblo y escribir sobre ello...esos bailes que permitían levantar las manos de manera individual o conjunta...
Ese sentimiento de despertar, anclado ahí en la adolescencia, en complicidad con el grupo ...cuantas cosas a descubrir, a construir...no sé...estoy algo melancólica...me faltan los de 5º ;-), me encantó encontrar ayer alguno en clase, eran “ puentes “ de recuerdos muy gratos…

Muchas gracias por tu ayuda...ha sido un sirope de chocolate y más todavía: -))

Me hago cada vez más joven, es un verdadero problema ...