28/10/08

Para maximizar los beneficios es necesario que dominemos nuestra herramienta de trabajo, el currículum

Esta creo que es la idea de fondo que quieren transmitir en sus textos tanto Contreras como Gimeno, a la vez les que sirve también de guía para exponer sus argumentos a lo largo de sus dos textos, de los cuales voy a tratar de sintetizar las ideas que considero más relevantes para elaborar el primer capítulo de mi diario de aprendizaje de esta asignatura.


Nuestro oficio de maestros consiste en, y también diría que es su fin último, conseguir que lo que se aprende en la escuela tenga valor para los alumnos cuando salgan de ella. Esta es la verdadera cuestión a resolver, y la forma de hacerlo pasará por encontrar y llevar a cabo soluciones prácticas a los problemas que nos encontremos para seguir avanzando y construyendo el proceso de enseñanza – aprendizaje.

Aquí es donde entra nuestra herramienta como solución a esas cuestiones y problemas, y lo hace de manera conceptual pues en su esencia contiene las respuestas a las preguntas de qué, cómo y por qué enseñar. Así pues, nos capacita para responderlas.

Si por una cara de la moneda, nuestra herramienta representa las soluciones a aplicar al proceso de enseñanza y aprendizaje, por la otra representa problemas, al ser, como he dicho antes, esa piedra angular donde queda concebida la forma de plantearse la acción de la enseñanza, de tal manera que ésta contenga todas aquellas virtudes educativas que le pedimos a la práctica de nuestro oficio.

Siguiendo con el argumento anterior, si consideramos al currículum como una herramienta, es evidente que deberemos aprender a dominarla para conseguir de ella los mejores efectos posibles, es decir, nos involucraremos en un proceso de aprendizaje, y este puede seguir varios caminos.

Uno de ellos es el que se nos plantea desde la concepción del currículum como un instrumento, y creo que puede ser relativamente fácil de seguir desde una perspectiva tecnicista de la enseñanza, y consecuentemente del aprendizaje. Desde aquí la faceta problemática del currículum se encuentra en el “cómo funciona”, esto es, el qué hacer en cada momento, a modo de manual de instrucciones. Entonces, me pregunto, ¿qué lugar ocupa en esta concepción del currículum el aprendizaje sobre nuestra herramienta? Ninguno me atrevería a decir, es decir, sabremos si funciona o no, pero no sabremos el porqué. Estaremos capacitados para reclamar otro, pero no para manejarlo, ni moldearlo, ni ajustarlo para que sea eficiente. Así pues habrá que concebir otro, si realmente queremos poder ser capaces de manejar nuestra herramienta de trabajo, entre otros motivos por que, como señala Gimeno cuando habla de lo explícito y lo implícito del currículum, dentro de éste mismo no se puede contemplar todo lo que da sentido a la práctica, ni todos los contenidos de las acciones.

En un currículum donde se expresa el sentido educativo de la práctica mediante objetivos a conseguir, donde se establece el valor de éste mismo en función de los resultados que prevea desde un principio parece como si no hubiera lugar para la experimentación, para las hipótesis de actuación, para el error y la corrección, y a mi entender, resulta que es todo esto último lo que puede proporcionar un aprendizaje verdadero al profesional sobre su herramienta de trabajo.

Llegados a este punto, me parece preciso preguntarse porqué utilizar una solución terminada, algo cerrado y que en teoría debe funcionar por sí sólo para dar respuesta a un entorno dinámico y cambiante por mucho que el currículum concebido como instrumento se empeñe en normalizarlo. El sentido de la práctica debería contemplar el problema educativo que quiere abordar y partir de una hipótesis de actuación con la que experimentar, y no guiarse por un supuesto estado final. Dentro de esta relación entre lo que se pretende (problema educativo a abordar) y lo que se propone (hipótesis de actuación) se van a gestar formas básicas de actuación para el profesor, las cuales se ajustarán a la circunstancia concreta y servirán a su vez para buscar la estrategia de actuación más ajustada a cada caso. Es lo que Gimeno y Contreras denominan principios de actuación.

En mi opinión, a diferencia del sobradamente conocido “objetivo”, el “principio” representa una lógica de actuación aplicable, o mejor dicho, adaptable a cualquier situación más o menos previsible, así el profesor lo traslada al aula y así también llegamos al espacio de experimentación, abierto, a diferencia del anterior, y donde hay lugar para la búsqueda y exploración de soluciones, es decir para el aprendizaje. En otras palabras, si concebimos nuestra herramienta de trabajo de esta última manera, como una estrategia, como un escenario donde indagar, cuestionar y reformular, daremos lugar a la posibilidad de aprender acerca de ella.

Volviendo a Gimeno, éste argumenta, en contra del currículo cerrado, que los resultados de la educación residen en el cómo se plasman los efectos del currículo en sus receptores, y no en el orden de los objetivos. Pues bien, creo que se podría extender este principio a lo que decía Contreras. Así pues, se podrían identificar dos tipos de destinatarios en función de la relación que mantengan éstos con el currículo. Un mejor resultado no sólo habría que buscarlo, es decir, no sólo significaría una más efectiva influencia en los alumnos, sino también en el profesor. De esta manera, una relación enriquecedora entre éste último y su herramienta de trabajo en la que el currículo sirviera de estímulo al profesor, y se convirtiera en un material de aprendizaje para éste también, sería un indicador del éxito del proceso.

Después de todo lo dicho voy a tratar de articular mi última idea que gira entorno a la concepción del oficio de docente. Ésta concepción creo que puede uno de los pilares para entender el currículum como espacio de experimentación, y a su vez uno de los impedimentos para que esta forma de utilizar nuestra herramienta no sea el “modus operandi” habitual. Dentro de la perspectiva del currículum cerrado el profesor es una figura dependiente. Si no le funciona una receta pide otra, y así se ahorra el profundizar en los significados de los problemas que encuentre, y por consiguiente se inutiliza a sí mismo para idear nuevas soluciones. Por contra, podrá desarrollar múltiples amistades con personajes de las editoriales. Así pues, lo que está buscando es una solución, y lo que se quiere ahorrar es el proceso de aprendizaje que le capacitará para encontrarla. Por esto creo que una concepción diferente del papel del profesor en donde las funciones, que señalo al principio del texto, de encontrar y llevar a cabo soluciones prácticas pertenecieran a él, y donde el papel de la Administración no fuera más allá de crear condiciones y proporcionar medios, ayudaría a la práctica del currículo como un espacio de experimentación, donde el epicentro se situé en cómo aprenden los alumnos, en qué experiencias han de tener o qué competencias generales deberían adquirir, en definitiva, abrir un poco más la puerta para poder escuchar mejor “la voz de los niños”.

1 comentarios :

Anónimo dijo...

Bien David, tu pones el acento en las funciones del docente, y no sólo en cómo las desarrolla sino como se "forma" y prepara para ello. Es un eje central sin duda alguna y en el segundo cuatrimestre lo abordarán con mayor profundidad en la asignatura de Formación y Desarrollo profesional del Educador. Por ello, ahora nos centramos en aquello que indicas como la herramienta de trabajo principial y sin duda, el escenario de actuación. Concebir el curriculum de otro modo significa establecer un nuevo tipo de relación con el modo de entenderlo, planificarlo y especialmente con el modo de intervenir. Revertir esa idea de "ejecutor" o "desarrollador" supone partir de esa reflexión para asumir y apropiarse de esa concepción alternativa. Veremos las posibilidades de mejora teniendo en claro el diagnóstico.

Leonor Margalef