Esta discapacidad, a diferencia de otras, es invisible en los individuos a simple vista, algo que quizás ayude a los normo-oyentes a caer en el error de ver a estas personas de manera homogénea. De hecho, esta discapacidad tendrá implicaciones muy diferentes en el individuo en función de su gravedad, lo que significa que en cada caso habrá desde adaptaciones currículares diferentes hasta diferentes formas de interactuar con el mundo.
La importancia de este asunto creo que radica en la adquisición de la lengua oral. Esta vital herramienta comenzamos a adquirirla ya en los primeros meses de vida mediante la comunicación preverbal, un intercambio de expresiones primitivas mediante las que el adulto y el bebé regulan mutuamente su comportamiento. Así pues, las diferencias entre un niño sordo y un oyente también comienzan a manifestarse desde los primeros meses. Llorarán y balbucearán, pero no obtendrán un feedback auditivo ni de sus propias vocalizaciones, ni de las respuestas que éstas obtengan, lo que lógicamente contribuirá a la desaparición de estas conductas. De esta manera se inicia su desarrollo, el cual será muy diferente de ser total, severa, media o leve la pérdida auditiva.
En mi opinión, los dos primeros casos son los que más inconvenientes, en términos adaptativos, pueden presentar para el individuo. En estos casos el aprendizaje de la lengua oral es extremadamente difícil. Se puede potenciar mediante el implante coclear, pero no en todos los casos será de utilidad, y en los que sí logre resultar, el producto sonoro que obtenga el individuo será en nada parecido a lo que haya dicho el emisor. Dicho aprendizaje se puede sustituir por otro propio de la comunidad sorda, el del lenguaje de signos, que se efectúa íntegramente por vía visual. A simple vista, y desde una perspectiva ingenua puede parecer sencillo el asunto, ¿por qué automáticamente a todos los sordos profundos no se les enseña este lenguaje?, a lo que habría que responder que, como ya he dicho en anteriores reflexiones, el mundo está creado por y para personas normales, y ahí el lenguaje que se utiliza el es oral, del cual, por cierto difiere enormemente la lengua de signos, pues no sigue la misma estructuración del mensaje en absoluto, con lo que también nos encontramos con dificultades a la hora de traducir un mensaje de una lengua a otra. En definitiva este asunto es muy complejo, como nos lo hizo ver la excelente ponente que nos ilustró en clase sobre este tema, por lo que los implicados, familiares, y el propio individuo, asesorados por los especialistas, deberán de tomar la decisión al respecto, es decir, deberán decidir de qué modo interactuará el sordo con su mundo, a lo que también quiero añadir unas palabras que dijo la ponente, y es que no hay nada más emocionante que ver, o mejor dicho, escuchar, las primeras palabras reconocibles de un sordo profundo con implante coclear. Es el éxito del esfuerzo, de la superación, de la integración.
Los casos de las pérdidas medias o leves son distintos a los anteriores aunque no por ello sencillos. Si hay un sentido que tienen extra desarrollado en comparación con los oyentes es el de la vista, y de él servirán en sus aprendizajes de la herramienta de comunicación intrapersonal e interpersonal, el lenguaje oral. Para estos casos existen herramientas que potencian la vía visual para compensar la falta de audición, es decir, a través de signos y gestos faciales, o bien se complementa lo dicho oralmente (cued speech) o bien se dice el mismo mensaje paralelamente al oral (sistema bimodal).
Decía al principio de la reflexión que, para mí, y supongo que otra mucha gente, el tema central de esta discapacidad es el lenguaje, como nos hizo entender la ponente al realizar aquella pregunta tabú. El lenguaje además del evidente servicio que presta a nuestra dimensión social, también sirve para el crecimiento personal, individual y racional. Pensamos utilizando el lenguaje, simbolizamos la realidad mediante palabras a las que les damos significado, y que utilizamos en nuestras predicciones y deducciones de la realidad. Los sordos, en concreto los casos de más gravedad, no cumplen aquella máxima que dice que la adquisición del lenguaje el algo natural en los humanos.
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