3/5/09

Diario de aprendizaje de Pedagogía laboral. Capítulo 10

El lado positivo y el negativo de las competencias – la magnitud del desafío para la reflexión educativa – mensajes contradictorios.

El texto que inaugura el segundo bloque de esta asignatura, tras haber concluido ya el primero y habiendo asumido que la configuración del mercado de trabajo está determinada por la ideología política y económica dominante, o lo que es lo mismo, el neoliberalismo, se adentrará, pues, en el concepto de “competencia”, la novísima actualización del sistema educativo para dar respuesta a tal configuración.

Antes de adentrarse en tal concepto el autor, Leandro Sepúlveda, hace un repaso de lo mismo que Fernández Enguita llamaba en el segundo texto que trabajamos en esta asignatura una “interpretación de sentido común”. Así, durante la primera parte del texto analiza la transformación del sistema productivo llegando, prácticamente, a la mayoría de conclusiones que se obtienen al leer el resto de textos trabajados hasta la fecha, como por ejemplo, la difusión de las TIC’s, la globalización económica y el cambio organizativo que supone lo anterior, traducido en una fragmentación del proceso productivo y su disgregación en pequeñas unidades independientes y coordinadas, viene, todo ello, a significar una nueva serie de demandas sobre el sistema educativo. He aquí, entonces, la entrada en escena de las competencias.

Por otra parte, recoge la hipótesis que lancé al finalizar la anterior sesión cuando plantea dos opciones, dos posibles “soluciones” mediante las competencias. Un posible uso de ellas sería utilizarlas como respuesta únicamente a los desafíos de la productividad y competitividad, obviando el desafío de la construcción de un orden social más justo; y, justamente, en esa dirección iría la otra opción, es decir, buscando el desarrollo autónomo del sujeto en el marco social, a modo de (tal como señalo en la sesión 8 donde analizo el texto de Joaquim Casal.) estrategias y herramientas proporcionadas a los alumnos para poder elaborar trayectorias coherentes y acumulativas, concibiéndolo no tanto como un servicio externo sino como una competencia del alumno adquirida mediante, por ejemplo, la “orientación para la transición”.

La resolución de dicha hipótesis y, en consecuencia, el adentramiento que hace en el concepto de las competencias concluye de forma similar a esos finales “abiertos” de algunas películas donde si el espectador no pone algo de sí mismo nada cobra sentido. Para ello su narración la plantea de la siguiente manera, primero expone una visión, es decir, una perspectiva y una problemática a la que atender, en mi opinión, optimista, y tras ello otra, también según mi opinión, (pues en la de la Consejería de Educación de la CAM, por poner un ejemplo, es probable que tengan otra) pesimista.

Así pues, el autor considera que una incidencia, vista por su parte también como positiva, sería que las nuevas formas de organización del trabajo (pérdida de su carácter estable y permanente) desembocaran en el desarrollo de capacidades innovadoras, superando así la reproducción rutinaria del modelo anterior; en situarse de un modo reflexivo ante el trabajo; en la proposición de innovaciones para mejorar la calidad del quehacer, etc. Siguiendo esta línea, lo que le tocaría a la educación sería desarrollar habilidades de resolución de problemas, de autoaprendizaje, de acción colectiva, de desarrollo del trabajo en la lógica de redes y, en definitiva, el no considerar el éxito educativo sólo en función de lo que aparentemente han aprendido los alumnos, sino en la capacidad que éstos tenga de poner en práctica sus aprendizajes reales ante problemas de la vida real.

La otra panorámica de la cuestión nos da un mensaje menos optimista, repito, desde mi perspectiva y aparentemente también la del autor del texto. De esta manera, la flexibilidad no significaría mayor control del tiempo por parte del trabajador; la propagación de las TIC´s haría el trabajo más ilegible, amentando la distancia de lo que se ve en la superficie y sucede en profundidad; disminuiría la vinculación social en el mundo del trabajo y aumentaría considerablemente la incertidumbre. La responsabilidad de la educación consistiría pues en utilizar el currículum como canal de un modelo de desarrollo y social, con una tendencia a sustituir valores como “ciudadanía social”, “igualdad” o “solidaridad por otros más relacionados con la “competitividad”.

Tras lo anterior, dado que el “espectador” de este texto es el mismo que quien está escribiendo esto, lo que puedo añadir es que me identifico plenamente con lo que el autor llama “magnitud del desafío para la reflexión educativa”, consistente éste en decidir si intervenir, o no, en un orden que no proporciona ninguna razón profunda (la económica no lo es) para que los seres humanos puedan cuidarse más entre sí. Me identifico con ello por que ha significado la condensación de lo que he venido pensando, cada vez más definidamente, durante el transcurso de la asignatura hasta la fecha, que, dado el origen de las competencias, habrá que “edulcorarlas” para llegar mediante la educación a donde consideramos que podemos y debemos llegar, para, en definitiva, poder intervenir en ese orden.

De esta manera también me encuentro con que Leandro Sepúlveda, en cierto modo, ha acabado dando la razón a las dudas o, mejor dicho, intuiciones y sospechas de Jurjo Torres sobre lo poco o nada que cambia la práctica docente en la realidad palpable respecto a lo que se supone debería cambiar según la teoría, representada en este caso por las competencias. ¿Entenderán los docentes, sobre todo los de secundaria, lo que verdaderamente significa el cambio? ¿Cuentan con lo necesario como para formular juicios de valor consistentes al respecto? En mi modesta opinión ninguna de las dos cuestiones se ha hecho de momento realidad, y creo que en parte es por lo contradictorio de los mensajes que les llegan, porque si las competencias, ya lo tenemos claro, no son los objetivos de antaño, ¿por qué se siguen midiendo igual?, ¿por qué el examen de selectividad sigue haciendo de criba de futuros trabajadores, y no sólo eso, que en mi opinión no es lo más grave, sino que, además, la formación en teoría con vistas universitarias que se les proporciona a los alumnos en sus dos últimos años en el instituto, tiene como único y exclusivo objetivo eso mismo. ¿Dónde está dentro de tal planificación el sitio para las competencias?

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