10/5/09

Diario de aprendizaje de Pedagogía laboral. Capítulo 11

Ausencias – criminalizar lo antagónico – nuestros propios principios ideológicos.

En esta sesión trataré de explicar, que no justificar, mi falta de asistencia a las clases presenciales de la asignatura durante el final del mes de abril y el comienzo de mayo, además de reflexionar sobre algún punto en concreto del trabajo en grupo que estamos realizando, y que es, en definitiva, el motivo de mis ausencias.

Tal como comento al principio de este diario de aprendizaje, uno de los motivos por los que considero muy valiosa la metodología que seguimos en su momento en la asignatura de Fracaso Escolar, que es la que estamos siguiendo durante esta asignatura, y que vienen diferenciarse en la estructura grupal de la clase, es la posibilidad que se nos ofrece para contrastar, ya sea mediante el debate o la escucha activa, la forma en la que uno mismo encaja las ideas del texto con la de los demás. Si bien la estructura grupal del presente curso ya resta algo del potencial antes mencionado, el no asistir a clase lo hace directamente inexistente, pues el intercambio de ideas no se puede producir.

Pese a lo anterior, creo que tengo material suficiente como para elaborar la presente sesión. Es el extraído del propio trabajo en grupo que realizábamos durante nuestras ausencias. En una de las tardes se produjo un debate sobre la tendencia a criminalizar a las empresas de trabajo temporal, en mi opinión injusta e incoherente con ciertos principios. Desde los argumentos encuadrados en tal tendencia se podía ver en estas empresas la realidad del desmantelamiento del estado de bienestar, pues los servicios sociales, dentro de donde quedarían las ayudas y prestaciones al trabajador, es uno de sus componentes. Además, argumentaban en su contra que, evidentemente, los servicios prestados por estas empresas no eran gratuitos ni universales, tal como deberían serían bajo el manto del estado de bienestar. Yo por mi parte, y así lo expuse, prefiero tratar de ver a las ETT´s más como una consecuencia que como una causa, aunque bien mirado algo de la primera también tendrán. Una consecuencia, por tanto, del desmantelamiento del estado de bienestar, de la privatización de los estados.

Con la misma lógica anterior analizo hoy el último tramo del camino que he recorrido en este diario, donde, como creo que se puede apreciar, vengo arrastrando un discurso pesimista sobre las competencias, tanto como por su origen (el mercado laboral) como por su puesta en práctica en la realidad. Así pues, el que no llegue al nivel del suelo el verdadero cambio de fondo que pretenden las competencias, no será culpa de éstas, sino probablemente de factores circundantes, por lo que el reconocimiento de su éxito o su fracaso no debería recaer absolutamente sobre las mismas.

De igual manera creo que ocurre con su origen que, como hemos visto a través de algunos textos, se encuentra vinculado al propio mercado de trabajo, es decir, surgen como una demanda de éste. Así pues, a pesar de que nazcan de un medio que no es el educativo, en cuya escala de valores encontraríamos en lo más alto al desarrollo económico a través del neoliberalismo, y que ésta misma ideología sea fuente de injusticias sociales, creo que habría que considerarlo, en definitiva, una respuesta a una nueva realidad. Esos son los hechos. El cómo se trabajará a través de competencias en la escuela o instituto, es algo que dependerá más de los profesionales encargados de plasmarlas y trabajar con ellas en la realidad más concreta que de su propio nacimiento y de lo que le rodeaba en ese momento.

Así pues, considero que si nos abandonamos ciegamente a “nuestros” principios ideológicos, sean cuales fueren, serán estos los que nos ahorren la labor de pensar y cuestionar, a lo que hay que añadir que, dichos principios casi nunca son construcciones plenamente propias del individuo, sino que se suele mezclar lo resultante de lo anterior con otros “fragmentos” de pensamiento adquiridos pero ya preprogramados. Considero en definitiva, que no me podría atrever a reconocer como fuente de credulidad los mecanismos que utiliza el neoliberalismo para calar en las conciencias de la gente de la calle, por ejemplo, sin antes no haber analizado desde el escepticismo el propio objeto sobre el que luego me permitiré emitir juicios de valor.

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