En la antigua Grecia la astronomía era una de la media docena, o así, de disciplinas que se consideraban necesarias para la educación de futuros ciudadanos libres y críticos. Sin embargo, esta educación ni era obligatoria, ni la proveía el estado, ni tampoco estaba invitado a ella el género femenino.
Los actuales sistemas educativos ya han superado las tres anteriores contras, entre muchas otras, pero por contra, también, parecen haber tenido un olvido casi tan mayúsculo como los logros antes mencionados.
La palabra griega cosmos significa belleza y orden en el universo, y viene a ser, en cierto modo, opuesta a caos. Era el propio cosmos lo que estudiaban los eruditos que poblaban el lugar que fue en su época el cerebro y la gloria de la mayor ciudad del planeta, el primer auténtico instituto de investigación en la historia del mundo, el lugar donde la ciencia alcanzó su edad adulta, donde los hombres reunieron por primera vez de modo serio y sistemático el conocimiento acumulado del mundo, la Biblioteca de Alejandría, fundada, se cree, por un griego. Parece, pues, que concebir la educación como el desarrollo personal hacia el dominio del cosmos no es del todo desacertada.
Así pues, es fácil suponer que se ha olvidado tal palabra si atendemos, sobre todo, al hecho de que la astronomía no se enseña hoy en día en la educación pública obligatoria. Salvo contadas y destacables excepciones, un alumno puede superar todos sus años de educación obligatoria sin enfrentarse a los más grandes hallazgos y descubrimientos que nos dicen dónde estamos en el universo, cómo llegamos aquí, dónde iremos probablemente y, puede que en última instancia, qué somos.
¿Por qué privar a los futuros ciudadanos de la oportunidad de experimentar y revivir por si mismos los grandes avances que otros en el pasado lograron en pos del aumento del conocimiento que tenemos sobre nosotros mismos? Me refiero, por ejemplo, a ideas como la redondez de la Tierra, que durante la mayor parte de nuestra historia como humanos no existió en nuestras mentes. Poder llegar, desde el propio pupitre y mediante la razón, donde infinidad de generaciones predecesores no pudieron, es un privilegio para el alumno, un privilegio de nuestro tiempo que no se debería desaprovechar.
Y se desaprovecha. Si no, atendamos a la formación que como maestros hemos recibido para razonar la propia redondez de la Tierra con nuestros alumnos: ¿Algo sobre el asunto del barco que se aleja y lo último que se ve de él es el mástil? ¿Algo sobre los eclipses lunares? (cuando el Sol está detrás de nosotros y nuestra sombra se proyecta sobre la superficie de la Luna) ¿Algo sobre la circunnavegación de la expedición de Magallanes? ¿Algo sobre el péndulo de Foucault? “Los astronautas ya han tomado fotos de la Tierra desde el espacio, ahí se puede ver que es redonda” -puede que dijera algún astuto maestro sonrojado al leer las anteriores preguntas.
Sonrrojada también parece en la siguiente escena la madre de Alvy Singer, el alter ego de uno de mis escritores favoritos que también hace películas, Woody Allen, cuando su joven hijo decidió dejar de hacer sus deberes. (in english)
4 comentarios :
Hola David
Precisamente hoy, leyendo El País Semanal me acordaba de ti.
En la sección de Psicología, contaban hoy como "cambiar nuestra realidad" y aludia al cosmo y al Universo como el todo del que formamos parte.
Cita a Carl Sagan "Para crear una tarta de manzana, primero tienes que crear un Universo" y desde ahí desarrolla alguna de las ideas sobre las que ya habías hablado tú en mi blog.
Así que he mirado a ver que me encontraba y compruebo que sigues en la órbita.
¿Qué tiene que ver el Universo contigo?- dice la madre (jajaja)
¿Qué tiene que ver el Sistema educativo con el Universo?- pensarán muchos.
Volvemos a replegarnos en nuestro pequeño mundo y a ponernos la coraza del caracol.
Nos vemos pronto.
Paloma
Hola
Esa escena es genial, ja ja.. qué razón tienes, la verdad.
Yo me quedo con la conclusión del médico, de lo más sensata.
Un saludo en este nuevo año
Alejandro
Parece que aquí también estamos todos : )
No han sido pocos los que, a lo largo de la historia, han relacionado la educación con el conocimiento o aprehensión de algo situado en el mundo de la abstracción... algo a años luz de nuestra “simple” vida de humanos.
Para algunos, como Platón la educación suponía el desarrollo del cuerpo y el alma en toda la perfección de que la naturaleza era capaz. Siglos más tarde, Santo Tomás de Aquino, retomaba su idea cuando identificaba educación con la búsqueda de la perfección como virtud.
Aristóteles hacía referencia al ordenamiento de los sentimientos de placer y dolor como una manera de alcanzar el orden ético.
Para otros, los religiosos, el fin del hombre, y el fin de la educación, consistía en el conocimiento profundo de Dios, del cielo... ¿quizá se podría inferir que del Cosmos...?
Ahora que comienzo a navegar por el océano cósmico vislumbro la riqueza de conocer de dónde venimos, no sólo en su vertiente más existencial, sino también en aquella demostrable empíricamente. Quizá nos ayude también a saber mejor adónde vamos...
Eso sí, los nuevos viajes... creo que no podrán impedir que, en nuestros personales y de alguna manera egocéntricos planetas, sigamos teniendo los pies en la tierra.
Hola David, en relación a las citas griegas, creo que nos idenificamos mejor, al margen del terreno educativo-escolar,con el Dios EOS, simplemente el viento es el que corre el camino, y nos arrastra con él.
Saluditos.
Eva
Publicar un comentario