¿De qué me sirve conocer el grosor de un bolígrafo? ¿De qué de sirve percibir sensación de profundidad al mirar a mi alrededor con mis dos ojos abiertos? ¿De qué me sirve olfatear una de las pizzas que yo mismo me preparo, una vez están todos los ingredientes dispuestos encima de la base, listo todo para introducirse en el horno? ¿De qué me sirve comparar entre sí los tres capítulos de una supuesta trilogía? ¿De qué me sirve comparar la supuesta afición a las bebidas alcohólicas de Gregory Bateson, con la última película de la serie de François Truffaut sobre su alter ego, Antoine Doinel, "L'amour en fuite"? ¿De qué me sirve comparar entre sí las viñetas de una misma serie de viñetas de Quino? ¿De qué me sirve comparar las últimas declaraciones del dueño de Mercadona, Juan Roig, con los últimos consejo que me dio mi abuelo cuando le dije que me habían concedido una beca FPU -aunque él no entienda muy bien qué significa eso de efepeu? ¿De qué me sirve comparar estos consejos que ahora me da mi abuelo, con los que me lleva dando desde que tengo recuerdo de él? ¿De qué me sirve comparar a una chica de tez clara y pelo ondulado, con mi hermano, de tez morena y pelo también ondulado, aunque corto? ¿De qué me sirve comparar la recepción de la credencial de becario FPU, con la recepción del libro en inglés de Lev Manovich "The Languaje of the new media"? ¿De qué me sirve comparar lo que se dice en la contraportada de este último libro, con lo que se dice en la contraportada de "Espíritu y naturaleza", de Gregory Bateson, el libro responsable de los mejores ratos que últimamente he pasado sobre mi cama? ¿Y lo que se dice en las contraportadas de éstos, con lo que se dice en "El cine según Hitchcock", producto de la tenacidad de François Trufaut y del propio orondo director, el primer libro no literario en el que vi poesía en su interior?
Todo este sinsentido puede ser resuelto para el lector a través de la lectura del siguiente extracto de la primera escena del acto II de Macbeth:
"¿Es una daga lo que veo ante mí
con el mango apuntando hacia mi mano?
Ven, déjame aferrarte.
No te tengo, pero te sigo viendo.
¿No eres, visión fatal, sensible al tacto
como lo eres a la vista? ¿O acaso eres
de mi mente una daga, una falsa creación,
un producto de mi cerebro ardido?
Te veo todavía,
con forma tan palpable
como esta que ahora empuño.
Me ordenaste el camino que seguir debía
y el instrumento que habría de utilizar.
¿Se burlan los otros sentidos de mis ojos,
o es que éstos valen más que todos ellos?
Te veo todavía, y veo ahora
gotas de sangre en tu hoja y en tu mango,
que no estaban allí. ¡No, no hay tal cosa!
Es este afán sangriento en que a mis ojos
de esta manera informa".
- Si no tienes a mano una daga, también puedes emplear un cuchillo de cocina -
Macbeth está a punto de matar a Duncan y, horrorizado ante el acto que va a cometer, alucina una daga, hasta que finalmente se da cuenta de que no es real. ¿Qué pasa hasta que se percata de su alucinación? ¿Qué camino sigue? Recuerdo ahora una técnica -si es preciso llamarla así- que ya he visto emplear en sus cursos a John McWhirter y a Tim Ingarfiel -del que felizmente estamos ahora disfrutando de su curso en Desarrollo de competencias cognitivas- y que consiste en, llegado un punto de la sesión (aún tendría que averiguar si tienen estos puntos algo en común) proponer a los alumnos que piensen en uno de sus seres más queridos que en ese preciso momento no estaban pensando; tras ello, proponen que vinculen el contenido trabajado hasta ese punto en la sesión con esa persona; tras ello, proponen que comprueben cómo el hacer esto resignifica el propio contenido del curso, cómo, al añadir esa nueva variable con la que conectar lo que está pasando, surge algo nuevo, un nuevo sentido de lo que se ha aprendido, de lo que se está escuchando, de la sensación de desorientación, de lo que sea que hasta ese momento esté siendo el curso para uno. "¿Y si mi padre estuviera escuchando esto? ¿Cómo encajaría esto mi hermano? ¿Quizás mi tío hubiera hecho esta o aquella pregunta que yo no hice?" Estas son algunas posibles preguntas que los alumnos se hacen -nos hacemos- en ese momento, y mediante las que comprobamos como al añadir algo nuevo para comparar, surge nueva información.
Macbeth hace algo así, sólo que muchos coincidiremos en que su caso es experimentado por sí mismo como algo más dramático de lo que puede sentir un alumno en uno de los cursos de John o de Tim. Macbeth obtiene la información con la que comparar de su sentido de la vista, así como de su sentido del tacto. En primer lugar, ve la daga, para luego comprobar que no es posible agarrarla. Pero no sólo eso, sino que esa misma información resultante, la que se podría decir que surge de ver algo y no poder cogerlo, es, a su vez, comparada con las gotas de sangre. Entonces sí; "¡no hay tal cosa!". Esa metainformación resultante que le dice a Macbeth que la daga es imaginaria es lo que en mis apuntes de los cursos antes mencionados, y en alguna otra parte, aparece con el nombre de información diferencial.
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