"¿Qué se supone que tengo que hacer para que los veinticuatro de segundo estén cada uno en su sitio, así... (haciendo la posición de "hincar los codos") trabajando, sin armar follón, durante dos horas? Es agotadora esta lucha..."
El anterior fragmento pertenece a una conversación que escuché en la tarde de ayer mientras caminaba por la calle. Creo que ha de ser difícil la empresa en que está embarcada la mujer que decía lo anterior, con un cierto tono de desesperación, al hombre que la acompañaba.
Suponiendo que por "los veinticuatro" se estuviera refiendo a personas, y que por "de segundo" lo estuviera haciendo al segundo curso de Educación Primara o al de Secundaria -creo que para el caso daría igual- me dio por imaginar si se trataría de una coreógrafa de grupos, alguien que hacía talleres con los alumnos en sus horas extraescolares, o quizás la profesora de Educación Física de los anteriores alumnos, en medio del bloque de expresión corporal.
Pero no. Por lo siguiente que pude escuchar, algo relacionado con problemas de matemáticas que no eran resueltos y algo otro respecto a la dificultad de algunos de los anteriores chavales para mantener en clase la posición que ella deseaba, deduje que era profesora de matemáticas en un colegio.
La verdad es que esta preocupación me parece más propia de alguien que se dedica a hacer coreografías, que de alguien que se dedica a la enseñanza, sin perjucio de los coreógrafos y coreógrafas que también enseñen a jóvenes a través de la práctica de su profesión.
- Posición correcta del canario, sin excesivo aleteo ni revoloteo. -
Esa misma noche leí una frase en un libro sobre Milton H. Erickson, creo a colación de esa facilidad que tenemos las personas para confundir el mapa con el territorio, e incluso en llegar sustituir éste por aquél y seguir actuando como si tal. La frase es una especie de consejo que cabe en 140 caracteres, o sea, apto para hoy en día, y que viene a decir que procures más hacer lo que piensas, no vaya a ser que acabes pensando como haces.
Y entonces entendí un poco más la preocupación de la profesora. La lucha a la que ella se refería existe sólo dentro de su forma de ver su trabajo, pero lo más interesante es cómo ha llegado hasta ese punto, sin perjuicio de posteriores puntos en esa misma trayectoria. Puede que haya acabado materializando sus temores y preocupaciones sobre el dar clase en un verdadero temor, en algo realmente tangible, en el temor de no ser capaz de llevar a cabo una empresa tal, me atrevo a decir que llena de razón y sin prestar demasiada atención al lugar donde se encuadra, a las personas que en ella se incluyen y a otros muchos y más sutiles aspectos que puedan habitar una clase de matemáticas de segundo con veinticuatro alumnos.
No es extraño, si se presta atención, encontrar muchas metáforas belicistas y que hagan referencia a un entorno hostil dentro de los discursos y de los debates educativos. Desde el Congreso de los Diputados hasta una calle cualquiera de Alcalá, pasando por el coloquio posterior al pre-estreno de una película de temática educativa. Si a esto le añadimos esa idea de la permeabilidad de nuestra conducta en relación a nuestras palabras y discursos, y viceversa, sí que encuentro entonces un verdadero motivo para preocuparse.
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