7/11/07

Diario de aprendizaje de Fracaso escolar. Capítulo 10

  • Sesiones 12ª y 13ª - 6 y 7 de noviembre

La clase del martes (6) nos fue impartida por Yolanda Muñoz, que comenzó escribiendo unos interrogantes en la pizarra, tales como que si el fracaso escolar es igual al fracaso académico, o por qué y para qué se evalúa en la educación obligatoria.

Tras de esto, comenzamos a debatir sobre cuales creíamos que eran las causas del actual fracaso escolar, y sobre todo surgió la idea de la familia o su entorno como causante. En ese momento mi reflexión fue que quizás el fracaso escolar, en parte, es producto del diferente ritmo de evolución existente entre la sociedad y el sistema escolar.

Para ayudarnos a la reflexión, Yolanda nos proporcionó un texto titulado “¿Quién fracasa cuando hay fracaso escolar?” que es el extracto de una conferencia de José Gimeno Sacristán. Creo que al igual que a la mayoría de la clase, no tuve tiempo de leerlo por completo, en parte por que aportaba nuevas ideas a lo visto hasta ahora, y también por que al ser el resumen de una conferencia, es un texto que carece de una buena organización en cuanto a su estructura y exposición de ideas, con lo que me resultó algo difícil de leer, sobre todo debido a su estructura, y al nivel de comprensión que me exigían las, para mí nuevas, ideas del autor.

A falta quince minutos para que acabara la clase, comenzamos un debate sobre las nuevas ideas que aportaba y que nos surgían del texto, en parte, leído.

Sobre todo se debatió la idea de que hay fracaso escolar, a causa de la existencia de la evaluación escolar. Esta afirmación que hace Gimeno Sacristán, creo que lleva detrás una gran cantidad de ideas que a priori puede resultar un poco difícil de asimilar, tales como que la única forma de encontrar las causas mas profundas del fracaso escolar es la reconstrucción del sistema escolar. Me parece que esto se traduce en, como dice más adelante, atreverse a pensar en que el orden escolar vigente no es el único posible.

Esta reflexión la hago tras haber leído el texto por completo y haberlo intentado desgranar, es decir tras la sesión del martes, por lo que ésta la voy a agrupar con la del miércoles, para así no dispersar demasiado las conclusiones e ideas que me provocó el texto.

El debate siguió y el síntoma general de la clase fue que las ideas del texto parecían que estaban fuera o muy alejadas de la realidad, esta postura la defendían, sobre todo, las compañeras que ya habían ejercido de maestras, con lo que vuelvo a pensar que estas “revolucionarias” ideas requieren la predisposición a pensar que quizás el sistema educativo obligatorio que hemos ideado y en el que estamos inmersos, no sea el mejor, es decir, el más adecuado para al menos garantizar principios como el de igualdad de oportunidades.

Una de las conclusiones a las que se llegó mediante el debate, fue que la evaluación debería de ser más un medio para conocer al alumno y no el fin mismo de la educación.

En la siguiente sesión respondimos en grupos a una serie de preguntas que nos planteó Yolanda sobre el texto de Gimeno y sobre otro titulado “El Fracaso Escolar en España” de Alvaro Marchesi, este segundo aún no lo teníamos en esta sesión por lo que sólo respondimos sobre el primero, que luego además volvimos a debatir en clase.

Gimeno Sacristán comienza identificando el fracaso escolar como un producto de la propia institucionalización de la educación, es decir, lo equipara al fracaso académico, ya que se ha reducido el derecho a la educación al derecho a la escolaridad, y así al producirse el fracaso, el que lo sufre es el alumno mediante la negación que recibe del sistema a no poder seguir beneficiándose del derecho a la educación.

Lo identifica también como una manifestación de la incapacidad de la escuela para acoger a los sujetos. Esto sucede tras confrontarse la diversidad de los asistentes con los parámetros homogéneos desde los que funciona la escuela, así, evidentemente, surge la desigualdad de rendimientos, que desde nuestra perspectiva la vemos como “fracaso escolar”.

Otra forma de relatar este hecho es como un desajuste entre las expectativas y las posibilidades que la institución educativa ofrece. La causa, como se apunta en el texto, puede ser que dicha institución no ha sido configurada históricamente para acoger la diversidad relativa al tipo de cultura, de exigencia, de ritmo de aprendizaje, etc. Así lo que hace la educación es condensar sus intenciones en términos observables, constatables fácilmente para la evaluación, y esto supone un empobrecimiento de los planteamientos pedagógicos.

Dos ideas que aparecen en el texto y que ya hemos comentado en días anteriores en clase son que la diversidad hay que atenderla desde la variedad de oferta y no clasificando, y que cuanto mas restringida sea esa oferta, mayor será la posibilidad de exclusión que ofrece la escuela. Con esto se puede entender que uno de los motivos del fracaso, si no el principal, es que el sistema escolar no ha cambiado en la misma medida que lo han hecho las personas que acceden a el. De aquí surge otra idea que expone el autor y que consiste en una perspectiva de futuro. Es no buscar fallos en los sujetos para acomodarlos sino buscar fallos en los parámetros para ajustarlos a los sujetos. Me parece que son dos perspectivas diferentes pero no contrarias, creo que sería el equilibrio de ambas lo que nos acercaría a la verdadera interculturalidad.

Siguiendo con la idea anterior de que existe fracaso escolar por que existe la evaluación, el autor da aún más argumentos. Uno de ellos es la ampliación o continuación de la presión evaluadora, la cual consigue salir del aula y e instalarse en los colegios, y de la misma forma en sistemas nacionales. Con esto se consigue valorar un sistema educativo por el lugar que obtenga en el ranking en el plano internacional. La otra idea es que el fracaso escolar, al igual que la evaluación, es el resultado de un pronunciamiento, como suspender un examen o recibir sanciones por determinados comportamientos, como el autor lo denomina, pruebas de poca objetividad, o mecanismos arbitrarios.

Y aquí es donde, no es que esté en desacuerdo con él, sino que se contradice en sus argumentos. Por un lado dice que esos mecanismos arbitrarios solo valoran una parte muy reducida de la realidad del sujeto, que los sistemas numéricos, que cuantifican y jerarquizan, no dan lugar a entender la evaluación de otra manera mas racional, humana y cercana al sujeto. También afirma que estos procesos técnicos no representan la objetividad en absoluto, los denomina incluso “arbitrariedad tecnificada”. Sin embargo también afirma, o sugiere, que un profesor en una evaluación de sus alumnos mas alejada del sistema habitual, es decir, en una evaluación en cuanto a obediencia, disciplina, y otros aspectos que no se cuantifican de manera numérica, obtendría correlaciones muy altas con sus calificaciones académicas. De aquí solo se extrae la idea de que no debe de existir la evaluación en la educación obligatoria. Ni siquiera evaluar de una manera más racional, humana y cercana al sujeto, como apunta en su primera idea. Por eso creo que se contradice.

Luego esta idea la complementa diciendo que sí habría que evaluar para conocer mejor al sujeto, pero nunca de otra manera. Esto creo que se parece a una de las conclusiones que extrajimos en el debate del martes. La evaluación también como instrumento para conocer mejor al alumno, con la que, de momento, estoy de acuerdo.

Para finalizar, hace la definición de evaluación más evidente y objetiva de todo el texto, pero que quizás la mayoría de los profesionales de la educación no tengan asimilada. Esto creo que se relaciona con la segunda frase que aparece en el texto cuando dice que el fracaso es algo inevitable y no lo sabemos ni lo podemos aceptar. Define la evaluación a través de sus dos posibles consecuencias: éxito o fracaso. Ambas son resultado de la constatación de un comportamiento de un sujeto ante los parámetros del evaluador, de la situación donde se dan, y al tipo de conductas posibles de manifestar en esa situación concreta. Tras de esto, expone una serie de preguntas que según él, nos deben de transmitir una sensación de arbitrariedad en relación con la definición anteriormente expuesta. A mi, me transmiten una idea de mejora de la evaluación, un camino. ¿El conocimiento evaluado es relevante?, ¿La situación y la actividad propuesta son las adecuadas?, ¿El tiempo es suficiente?, ¿Y el sistema de calificación funcional? Creo que estas cuestiones, entre otras, forman parte del camino que debemos de seguir para mejorar la evaluación.

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