7/2/13

¿Quieres "phrasal verbs"? (i)

Esa pregunta, ya saliendo de clase y dirigiéndose figuradamente a la profesora, fue la que se realizaba repetidamente un compañero mío de las clases de inglés del British Council de Alcalá.
¿Quieres "phrasal verbs", eh? ¿Eso es lo que quieres? Pues eso es lo que vas a tener. Te vas a enterar en el próximo examen...
Algo así -ya que mi sentido de figuración también es amplio en todas sus dimensiones- era lo que se preguntaba, indignado, a la salida de un examen en el que no había obtenido una calificación digna para su expectativas, según él, también, por la cantidad de "phrasal verbs" que había incluido la profesora en las preguntas del examen.

Este tipo de exámenes, de los que realizamos dos por cuatrimestre, tratan de medir nuestro grado de comprensión de los contenidos (esto es, las reglas gramaticales y el vocabulario sobre temas específicos) que hayamos trabajado dentro de los temas que precedan al examen.

De entrada, podría decir que me resulta realmente extraño pretender medir algo relacionado con el aprendizaje que se supone que ha tenido lugar durante un periodo de tiempo mediante un examen de este tipo, compuesto por varias preguntas cada una con tres respuestas ya dadas, de entre las que hay que elegir una para completar un hueco en una oración también ya dada. Quizás requeriría más -de algo- por parte del alumno el tener que idear él mismo la respuesta, haciendo uso de su repertorio, pero, claro, también sería más difícil de evaluar, corregir y  calificar. Por otra parte, es de suponer que alguien que domine las reglas gramaticales presentes en las oraciones que se proponen en el examen, no tendrá muchos problemas para seleccionar todas las respuestas correctas; así como alguien que no las domine se encontrará con problemas cuando tenga que decidir cuál de las tres opciones elegir, o cuales dos descartar.

Visto así, este tipo de examen está bien para medir ese supuesto dominio de la gramática y del vocabulario que ha ido tendiendo lugar durante el transcurso de los temas previos. Pero también podemos contemplarlo de otras maneras, por ejemplo, fijándonos más en qué es realmente lo que está haciendo el alumno cuando está realizando el examen y qué pueden obtener, profesor y alumno, de eso mismo que esté pasando. El principal defecto que yo le veo es la desconexión absoluta, o mejor dicho, la casi imposibilidad de conexión, entre lo que el alumno responde -y aquí me refiero no sólo la opción que elige, sino también por qué lo hace- y lo que el alumno obtiene una vez corregido su examen, esto es, un acierto o un error, o mejor aún todavía, más sintético, la cifra resultante sumar sus aciertos. Así pues, habrá casos en los que hacer un examen de este tipo tenga sorprendentes similitudes con completar una quiniela y luego mirar los resultados de los partidos en el teletexto.

De entrada, otra vez, creo que lo oportuno de una prueba de evaluación, o dicho de otra manera, de un momento en el que supuesto evaluador y supuesto evaluado se pongan de acuerdo para establecer un proceso comunicativo -"un momento de comunicación genuino entre profesor y alumno", como dice Alejandro Iborra en su último post- es que el alumno pueda poner en práctica lo que ha aprendido, así como también el profesor a la hora de idear esa prueba de evaluación, y el profesor no sólo atienda al resultado objetivo de esa puesta en práctica, así como que el alumno no se vea avocado a desempeñar el papel de un jugador de quinielas, sino, más bien, el de alguien intrigado y entregado por lo que se le propone.

Al fin y al cabo, un examen, independientemente de lo genuino que sea, no deja de ser una especie de momento teatral, algo artificial, donde el profesor asume explícitamente un rol, el de evaluador, y el alumno también, el de evaluado. Lo que ocurre es que dentro de esos roles también hay lugar para desempeñar el papel del otro. Así, el profesor y lo que propone también serán objeto de evaluación para el alumno.

Creo que en la medida en que esto último se pierda de vista, se perderá también la oportunidad de establecer una comunicación más completa, que permita al uno explicitar y hacer patente no sólo "resultados" finales, y al otro poder leer y comprender esas respuestas, con el fin de responder, a su vez, con algo más que un 1 una X o un 2.

- "The False Mirror" (1928), de Rene Magritte -

Bueno, ¿y que qué es un "phrasal verb"? Pues se trata de la combinación de un verbo seguido por un adverbio y/o una preposición. Lo mejor de ellos es que las partículas gramaticales (adverbios y proposiciones) que acompañan a los verbos cambian su significado en función del "phasal verb" que estén formando. Y mejor aún todavía, algunos "phrasal verb" pueden cambiar su significado en función del contexto en que se encuadren. Una hueso duro de roer, vaya, para los amantes, profesores y alumnos, de eso que llaman "aprender de memoria".

Me pregunto ahora si este tipo de construcciones lingüísticas tan versátiles y escurridizas no permitirán momentos de más genuina comunicación, entre los hablantes de una misma lengua, o entre un alumno y su propio proceso de aprendizaje de esa lengua, que si para expresar esos mismos conceptos para los que se utilizan "phrasal verbs" se utilizaran otros términos concretos e inequívocos. Me pregunto también si no será evidencia de esto mismo su difícil traducción literal a otras lenguas, lo difícil que resultan de "estudiar", o las preguntas y propósitos que generan tras su -siempre inesperada- aparición en un examen de inglés.

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