Las clases de inglés en el British
Council han continuado este segundo cuatrimestre, y yo acudiendo a
ellas. Hemos seguido avanzando por el temario y, consecuentemente según
la planificación, realizando exámenes sobre gramática y vocabulario y
también de escuchar.
Sobre los primeros, los que se refieren a la gramática y al vocabulario trabajado durante los dos temas previos al examen, ya escribí un post que titulé "¿Quieres phrasal verbs?"
en honor a la pregunta que escuché hacerse a uno de mis compañeros a la
salida de un examen, algo ofuscado por la diferencia entre lo que él
esperaba encontrarse en el examen y lo que finalmente se encontró,
aunque dudo si tal ofuscación no vendría en realidad por que esa diferencia se tradujo finalmente en una calificación un tanto baja, que tampoco se esperaba.
En
el mencionado post hablaba sobre algunas dudas que me generan los
exámenes en general y en particular el tipo de examen que nos proponen
en el British Council para evaluar nuestros aprendizajes, o
conocimientos, o algo, que hayamos hecho en relación a los dos
temas que precedan al examen en cuestión. La principal cuestión que
traté de esbozar es que me parece que esos exámenes no miden realmente
lo que pretenden medir, o quizás es que tampoco se tiene muy claro qué
se pretende medir con ellos, aunque sí el hecho de que hay que medir
algo. Creo que es conveniente que recuerde que estos exámenes se
componen de frases que contienen un espacio en blanco, el cual hay que
completar con una de las tres opciones que se proporcionan en el propio
examen.
Estoy
prácticamente seguro de que alguien con un buen domino de la lengua
inglesa contestaría las respuestas correctas sin mucho problema. A pesar
de ello, los exámenes me siguen generando dudas. Y esas dudas se
refieren a dos cosas. Por una parte está el tema del propósito del
examen; sin ahondar en el por qué, no tengo claro para qué se hacen, su utilidad. En realidad creo ver dos utilidades: por un lado, la de obtener una
nota numérica por parte de los responsables del curso, que se añadirá
al expediente del alumno para poder dar así la sensación de progreso y
también poder decidir al final de curso si los resultados han sido
satisfactorios, si sirven para pasar de curso, etc. La otra utilidad que
les supongo a estos exámenes es la de ayudar al propio proceso de
aprendizaje, es decir, una utilidad más enfocada en el alumno que en el
completar con números las hojas cuadriculadas del expediente del propio
alumno.
Volviendo
a las dos dudas que comentaba, la segunda que se me plantea ante estos
exámenes nace directamente de esa segunda utilidad que les supongo y que
acabo de comentar en el párrafo anterior. Una vez podemos decir que una
de las utilidades del examen es ayudar al alumno en su proceso de
aprendizaje, estamos en disposición de preguntarnos si realmente les
ayuda, cómo les ayuda, si lo hace mucho o poco, y, lo más importante y
creo que definitivo, si les ayuda a aprender lo que se pretende que
aprendan, u otra cosa.
¿Estoy
planteando que, aunque más o menos los exámenes cumplan con su función
burocrática de generar calificaciones y facilitar una idea de progresión
del alumno, puede que provoquen aprendizajes de un tipo del que no se
pretendían o sobre algo que no se pretendía? Eso es, y más aún. También
me planteo si esos otros tipos de aprendizaje no previstos a los que dan
lugar los exámenes no entrarán en conflicto con esos otros sí
previstos, de forma que los que no preveíamos primen sobre que sí
preveíamos, haciendo de todo esto un teatro de sombras chinescas.
-
El profesor de física dijo que sólo permitiría llevar una hoja con
fórmulas al examen. El oftalmólogo de este alumno le está tan agradecido
como asombrados los creadores de Tetris. Imagen tomada de: http://imgur.com/tGwyhzs -
Hablar
en términos generales sobre los exámenes y sus propósitos es algo
complicado y también poco preciso para entender qué sucede en cada caso
particular.
Se
me ocurre un paralelismo entre el hacer exámenes y jugar a videojuegos.
En los albores de mi relación con la investigación en el tema de los
videojuegos y el aprendizaje, bromeaba con mis compañeros diciéndoles
que siempre se aprende algo al jugar a los videojuegos, y que consiste
es eso mismo, es decir, que se aprende a jugar al videojuego con el que
se practique; luego les decía que mis intenciones eran ver qué había más
allá, averiguar para qué serviría ese aprendizaje, bla, bla, bla.
Quizás esto de los exámenes sea algo parecido, aunque habría que
matizar. Tomemos por caso un estudiante universitario del primer o del
segundo curso de grado, alguien que haya pasado seis años en un
instituto de educación secundaria a unas 10 asignaturas por curso, con
sus correspondientes exámenes finales de evaluación, más los parciales,
más el examen de acceso a la universidad. Podríamos hacernos una idea
aproximada de la cantidad de exámenes y preguntas a los que ese alumno
se ha enfrentado y al aprendizaje que de ahí puede haberse generado.
A
quienes dicen que las asignaturas están desconectadas entre sí, que no
guardan relación, que no hay líneas comunes, que lo que se aprende en
una no sirve para otra, que no se integran, etc. siento tener que
decirles que están equivocados, y sugerirles que atiendan a este
instrumento, entre burocrático y de aprendizaje, que es el examen, y a
la relación que se establece, año tras año, asignatura tras asignatura,
aprobado tras aprobado, entre el alumno y él.
Saber
hacer exámenes es en sí mismo el resultado de un aprendizaje. Ahora
bien, es absolutamente necesario distinguir entre saber hacer un examen y
saber sobre lo que ese examen pregunte. Quizás también, por qué no, los
profesores hayan desarrollado un aprendizaje que les haya llevado a
confundir esas dos cosas. Distinguir entre ello es necesario si nos
interesa saber, por ejemplo, sí un tipo de aprendizaje está
interfiriendo en el otro. Un profesor podrá llegar a ser excelente sin
cuestionarse ni por asomo los exámenes -esos compendios de limitaciones
artificiales y arbitrarias desvinculadas por completo de los
aprendizajes a examinar-, al igual que un alumno si se convierte en un
buen realizador de exámenes, aunque su interés por lo examinado
encuentre su repentino final según entrega la hoja de examen al
profesor.
Volviendo
a los casos particulares y a los alumnos realmente duchos con los
exámenes, me gustaría comentar un caso que presencié la semana pasada en
una de mis clases de inglés en el British Council. Fue un día en que
tuvimos un examen sobre gramática y vocabulario. La profesora, una vez
hemos acabado de hacer el examen, y por fortuna para nosotros, nos
ofrece un momento donde corregirlo (es cosa fácil, gracias al sistema de
limitar las respuestas a tres) y donde indagar en algunas de las
preguntas que hayan sido más difíciles o en cualquier otra sobre la que
tengamos dudas.
De
esta manera, al preguntar que cómo sabíamos que una determinada
respuesta era la correcta para la oración que ella estaba señalando, un
compañero se apresuró a apuntar que la solución se encontraba en la
propia oración, en concreto en el tiempo verbal en que continuaba la
oración tras el espacio en blanco. La profesora le miró como si no
entendiera lo que decía.
Aunque el lenguaje de mi compañero había sido claro, la profesora y él no estaban hablando sobre lo mismo. Ella se refería al significado de la oración, al contexto donde se podría plantear y desde el cuál nosotros, una vez entendido, podríamos decidir la forma gramatical correcta para expresar lo que se pretende expresar. Sin embargo, mi compañero, aún sabiendo cuál era la respuesta correcta, lo que hizo con su intervención fue dejar constancia de la estrategia que él había seguido para elegir la respuesta correcta.
Creo que al final no llegaron a entenderse el uno al otro. El alumno, por qué la profesora puso cara de extrañamiento cuando él expresó su estrategia. Y la profesora, por qué el alumno se refería a un componente la frase, cuando lo que ella esperaba escuchar era el significado de esa oración y el contexto en el que utilizarla.
En definitiva, el anterior me pareció un momento donde quedó en evidencia que los exámenes sí enseñan, ahora bien, habría que preguntarse el qué.
Aunque el lenguaje de mi compañero había sido claro, la profesora y él no estaban hablando sobre lo mismo. Ella se refería al significado de la oración, al contexto donde se podría plantear y desde el cuál nosotros, una vez entendido, podríamos decidir la forma gramatical correcta para expresar lo que se pretende expresar. Sin embargo, mi compañero, aún sabiendo cuál era la respuesta correcta, lo que hizo con su intervención fue dejar constancia de la estrategia que él había seguido para elegir la respuesta correcta.
Creo que al final no llegaron a entenderse el uno al otro. El alumno, por qué la profesora puso cara de extrañamiento cuando él expresó su estrategia. Y la profesora, por qué el alumno se refería a un componente la frase, cuando lo que ella esperaba escuchar era el significado de esa oración y el contexto en el que utilizarla.
- ¿Cuándo llegaron los Padres peregrinos a Plymouth Rock?- 1620.- Como puede ver, he memorizado este hecho absolutamente inútil lo suficiente como para pasar esta pregunta tipo test. Ahora pretendo olvidarlo para siempre. Usted no me ha enseñado nada, excepto cómo manipular cínicamente el sistema. Felicitaciones.- Ellos dicen que la satisfacción de enseñar compensa el pésimo sueldo.
- Calvin, teniendo un detalle con su profesor -
En definitiva, el anterior me pareció un momento donde quedó en evidencia que los exámenes sí enseñan, ahora bien, habría que preguntarse el qué.
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