9/1/08

Diario de aprendizaje de Fracaso escolar. Capítulo 18

  • Sesiones 25ª y 26ª - 8 y 9 de enero

Estas sesiones y las dos últimas nos las impartirá otra profesora, Adela, la cual ejerce como profesional de la educación en un instituto de secundaria.

Estas sesiones son las cuatro últimas de la asignatura, y consistirán en tratar dos textos correspondientes a dos capítulos del libro “El Alumno como Invención” escrito por José Gimeno Sacristán. El primero de los textos se titula “La disciplina a la que obliga una cultura de disciplinas”.

Antes de empezar a profundizar en el texto he de decir que éste me parece el mejor hasta la fecha (será por que son las últimas sesiones), escrito con una calidad indiscutible por parte de su autor como se puede apreciar en la primera reflexión del texto, sobre una afirmación de Nietzsche, “…el saber no contiene en sí mismo la fuerza para imponerse, necesitando de otros poderes…”. A raíz de esta afirmación consigue exponer una serie de ideas para demostrar que el sistema educativo no hace nada para evitar que se cumpla esa afirmación.

Comienza diciendo que el peso de las diferentes tendencias en cuanto a concepción del término cultura es variable en diferentes estilos metodológicos, y que el resultado final de la pedagogía es una síntesis de todas ellas. De las diferentes acepciones que plantea hay una sobre la cual en clase opinamos que se relaciona más con nuestro concepto actual de Atención a la Diversidad. Esta es que la cultura escolar es apreciada como una base en la que apoyar la identidad cultural de tipo étnico. De las otras dos creo que hay una que coexiste con la nombrada anteriormente, y es que la cultura no es tanto un objeto que se debe asimilar sino un medio para ampliar la experiencia del alumno en desarrollo.

Continúa argumentando que lo que hace la escuela es “producir” a través de sus prácticas, algo singular, a lo que llama la cultura curricular. Está compuesta por la información que se transmite al alumno y que tiene como mayor aspecto característico a ella misma debido a que son saberes que sólo se adquieren en la escuela, ya que otros agentes no se ocupan de ellas, y que además reflejan y se imparten según las rutinas. De esta manera el autor cierra el círculo para volver a la reflexión de Nietzsche y considerar que tras lo anteriormente expuesto parece inevitable que se cumpla.

El texto continúa ofreciendo una de las mejores definiciones posibles de currículo escolar, esto es una selección de la cultura elaborada para estudiantes, a su vez determinada por la visión de lo que se crea que se ha de aprender. De esta manera surge una función que debe de adoptar el alumno, absorber un saber, que en muchas ocasiones, sólo si justifica en función de los propios ritos a los que está sometido. Uno de estos ritos puede ser el proceso de transformación que sufre el contenido inicial, para acabar siendo plasmado por los libros de texto, las explicaciones del profesor y las respuestas correctas a los exámenes. Después de leer esta parte del texto, entiendo y comparte bastante más la posición que adoptaba Gimeno en el texto titulado “¿Quién fracasa cuando hay fracaso escolar?” desde la que argumentaba una factible abolición del actual sistema de evaluación, que entre uno de sus resultados se encuentra la jerarquización que produce en los alumnos.

Para ejemplificar lo anteriormente dicho sobre la cultura curricular propone un ejemplo consistente en dos mapas conceptuales sobre una necesidad básica del ser humano, alimentarse. En un mapa, creo que elaborado por el autor y sus colaboradores, parten de la premisa de enseñar para la vida, de esta manera reflejan los múltiples y diversos aspectos que se reúnen alrededor de este tema, incluidas las implicaciones en las actividades ordinarias que realizamos. De esta manera el aprendizaje se produciría de manera casi involuntaria y causal, conformando el saber del sentido común de los alumnos. Observar este mapa me ha resultado casi como quitarme unas vendas de los ojos, y llegar a cuestionarme porqué no se hacen así las cosas en educación. Por ejemplo ¿porqué no se explica a los alumnos, que por culpa de las multinacionales y gobiernos a los que nosotros enriquecemos día a día, hay personas en otra parte del planeta que mueren por no alimentarse correctamente o ni siquiera poder hacerlo? Seguramente se desataría el sentido lógico de los alumnos, y eso es algo que iría contra el propio sistema establecido en el que no es requisito indispensable pararse a pensar sobre la realidad.

Veo múltiples ventajas en este mapa conceptual ya que globaliza la actividad en cuestión, relaciona aprendizajes de distintas áreas y a su vez con la vida cotidiana, esto exigiría la coordinación entre profesores, la utilización de recursos más variados, produciendo un aprendizaje más integrado y también más atractivo, con la consecuente repercusión positiva que tendría esto último sobre el olvido, en definitiva, se cambia el rol del alumno. Ahora se necesitan alumnos que piensen y que se cuestionen aspectos de la realidad, y a su vez profesores dispuestos a hacerlo y salirse de la rutina diaria de utilizar el libro como si fuera la buena nueva de cualquier religión.

La siguiente cuestión del guión que nos proporcionó Adela se refiere a las posibilidades reales del profesor para modificar el currículo. Primero quiero exponer una serie de ideas que aparecen en el texto, tales como que la cultura curricular es la que dicta lo que se aprende y la forma en que se aprende, es decir actúa como molde determinante de las actividades y para el pensamiento de los alumnos. Si a esto anterior le añadimos las conclusiones que se desprenden del siguiente mapa conceptual que muestra el autor, perteneciente a un libro de texto, donde los conceptos son presentados de forma esquemática, y lejanos de la experiencia cotidiana haciendo avanzar muy poco la información de los alumnos, desde mi punto de vista es muy difícil quedarse sin hacer nada por parte del profesor. Desde luego mi concepto de profesor es alguien con una actitud lo suficientemente crítica para plantearse las cuestiones anteriormente expuestas, y llegar a la conclusión que ya he nombrado otras veces en el diario, y es que esta forma de organización es sólo una de las posibles y, desde luego, viendo lo anterior, se puede decir que es no la mejor.

Cuando leí la cuestión que planteaba Adela me surgió la idea de que el profesor puede jugar sus bazas para cambiar el currículo de dos formas. Una de ellas es desde dentro del aula mediante prácticas no homogeneizadas, que respeten los diferentes ritmos de aprendizaje, que este aprendizaje sea cercano a la experiencia del alumno, que los aprendizajes estén integrados, prescindir hasta que no sea del libro de texto hasta que no sea imprescindible etc. La otra forma de actuar es desde fuera del aula, mediante la reflexión y el posterior posicionamiento, es decir, sin pensar críticamente es imposible llegar a deconstruir el sistema educativo y así llegar a ver sus prácticas como lo que realmente son, homogeneizadoras, jerarquizantes y excluyentes. Para mí pues, cualquier posibilidad real que tenga el profesor de cambiar el currículo, tanto dentro como fuera del aula, debe de tener su origen en un pensamiento crítico sobre la realidad, y sobre un sistema en cierto modo encallado en el continuismo, gracias en gran parte a las editoriales que producen los libros de texto y que se encargan de librar al profesor de la tarea de pensar.

La última cuestión a la que se refiere el guión que nos entregó Adela, es a qué cuestiones metodológicas que cuenten con una larga trayectoria nos parecen aún válidas y positivas. Creo que se puede llegar a encontrar alguna, aún así creo que la cuestión radica en la concepción del rol del maestro, del alumno, y de la interacción entre ambos. Esta en su origen, o por lo menos en el que expone el texto, es la transmisión del saber de alguien que “sabe” a alguien ignorante y que no sabe, parecido este último a un depósito que ha de llenarse de algo ya elaborado y que esto ha de adoptar, incuestionablemente, la forma preestablecida.

Me parecen algunos aspectos positivos tales como, “conocer primero lo cercano y después lo lejano” o “hacer ver la aplicación de lo aprendido a la vida cotidiana”, pero lo más interesante de esta parte de la lectura me parece ver como en su origen la educación apeló a la regularización de los contenidos mediante un único modo de aprender, un profesor por materia, una única metodología para cada asignatura, un mismo libro, mismas tareas para todos, un único ritmo de progreso y un mismo sistema en todas las escuelas, es decir un gran esfuerzo por homogeneizar a la sociedad, justo lo opuesto a lo que vimos al comienzo de la asignatura, sobre todo el concepto de cultura como algo dinámico, heterogéneo y en constante intercambio con otras culturas.

Para ser consciente de esta cuestión creo que se debe de realizar un ejercicio de abstracción libre de prejuicios ilógicos, para darse cuenta de que el actual sistema de educación aún bebe de las aguas anteriormente mencionadas. Creo que lo más acertado sería seguir la dirección del camino ficticio que uniría ese intento de orden total en las escuelas, con la interculturalidad que atiende a las necesidades de la sociedad.

También nos daremos cuenta de que el hecho de seguir bebiendo del pasado se ve reforzado por la poca predisposición al cambio por parte de las personas. Al cambio de un sistema que es mismamente el que menos incita a pensar. Y como ya he dicho, creo que si se deja de pensar es imposible el cambio.

Para finalizar quiero comentar la última idea que aporta el autor en este capítulo del libro, y es que actualmente hay enfoques que son continuistas con esa idea de organizar el contenido desde fuera para promover el orden dentro. Aquí considera necesario hacerse la siguiente pregunta ¿qué cultura y cómo se cultiva al alumno con ella? Así surge la idea de que el hecho de que el discurso sobre la educación abandone el tema de la “cultura como nutrición de la educación” sólo puede deberse a la enajenación mental. Yo creo que tiene la siguiente explicación, también aplicable a lo que le sucede a algunas compañeras de clase en determinadas discusiones, y es que se debate sin haber ideado y llevado a cabo previamente una reconstrucción del sistema educativo, por lo que se sigue sin ver mediante una perspectiva más amplia, que este sistema es sólo uno de los posibles, y después de lo visto, creo que se puede afirmar que no el mejor.

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